Cuenta la historia que hace muchos años en el país de la esperanza habitaba un joven y apuesto ruiseñor, hermosos sus colores, melodioso su trinar, se deleitaba recorriendo el inmenso bosque que le había sido dado para habitar; la vitalidad y el entusiasmo le acompañaban en todo momento. Un día mientras revoloteaba feliz por sus parajes, vio un grupo de golondrinas que se remontaban ordenadamente en el cielo, quedó maravillado de ellas, alzó su vuelo y se acercó cautelosamente a la golondrina que estaba de últimas en el escuadrón. Me gustaría acompañarlas, volar con ustedes, -¡Lamento decirte que no!-repuso enfática la golondrina, -morirías en el intento-, nosotras somos aves migratorias estamos condicionadas para esto, recorremos miles de kilómetros en busca de nuestro propósito, tú eres un ave canora y tu naturaleza es muy diferente.
Hermosa pero un poco engreída la golondrina pensó el ruiseñor, descendió a su bosque y se propuso romper sus propios límites, a partir de ese momento el ruiseñor se levantaba una hora más temprano, se alimentaba, se acicalaba y se elevaba en el cielo esforzándose en alcanzar la milla extra; mientras se ejercitaba en su rutina diaria, una hermosa ruiseñorita había puesto sus ojos en él, veía que era un ruiseñor diferente, sagaz, vital, esforzado, valiente, notó sus ganas de conquistar, así que en su corazón anheló estar cerca de él. En un estanque ubicado en el centro del bosque la ruiseñorita contemplaba su hermosura, aún sabiendo que era bella; quería estar más bella para presentarse delante de su ruiseñor, afinó sus modales, se tornó más delicada, cuando volaba entre las ramas había una gracia en ella que la diferenciaba de las demás ruiseñoritas. Discretamente disimulando en gran manera sus sentimientos por el ruiseñor se acercó a él y le dijo: Te he visto durante un par de semanas y quisiera que me ayudaras a entrenar así como tú lo haces. El ruiseñor percibió la sutileza de la ruiseñorita y su corazón saltó de alegría ¡Si, si, si! Pensó en su interior ¡lo mejor de lo mejor! Sin embargo tampoco era su deseo delatarse respecto al sentimiento que le había generado la preciosa y delicada ruiseñorita. –Me dices cuando puedes iniciar y yo te voy entrenando-
Ruiseñor y ruiseñorita se pusieron de acuerdo; cada dos días se encontraban, entrenaban y mientras lo hacían compartían de sus vidas, de sus sueños, de sus ilusiones, de sus metas, fueron grandes y excelentes amigos, hasta que llegó un momento en que no pudieron contener más sus emociones y se confesaron mutuamente sus sentimientos. Con el amor que ahora los unía se esforzaron en romper sus propios límites, el cardenal magnifica y espléndida ave bendijo su unión, tuvieron sus hijos y entre todos crearon una empresa de rutina de entrenamiento para ruiseñores y todo tipo de aves, ofrecían rutinas de acondicionamiento según cada especie.
Hoy el ruiseñor recuerda el día en que se encontró con la golondrina, gracias a ese encuentro su vida fue transformada, logró que la ruiseñora fijara sus ojos en él y así conformar una hermosa familia, ruiseñor y ruiseñora están muy alegres rodeados de sus hijos, nietos y bisnietos, pletóricos sus corazones de felicidad porque cumplieron con su misión de entrenar un gran ejército de aves que cada día alegran los corazones de los hombres.